El centro siempre ha sido y es una referencia, el lugar desde donde uno tiene la posibilidad de dirigirse a cualquier otro lugar y desde donde se tiene la información de la totalidad. Podríamos decir también que es el lugar más seguro y desde donde se dirige lo que sea, desde una humilde casa a un gran imperio.Cuando uno está centrado, en su centro, dispone de todos los recursos para poder formarse una idea clara de lo que sucede, y por tanto puede decidir y actuar con seguridad.
Nuestros sentidos, usándolos con sentido, nos proporcionan información de nuestro entorno que luego procesamos y con ella llegamos a una conclusión, la integramos y aumenta nuestro caudal de conocimientos y posibilidades para seguir adelante. Pero siempre hemos de ser capaces de discriminar, de separar la paja y la cizaña del trigo, pues en caso contrario mal pan nos saldrá…
Y este es uno de los grandes recursos manipuladores que usa el poder para controlar a la gente: tenerlos siempre fuera de sí, pendientes de mil y una cosas con las que el ser, erróneamente, se identifica y hace suyas, implicándose, acostumbrándose y necesitándolas cada día como si en verdad fueran necesarias para él.
De ese modo, fuera de su centro, tiene mil necesidades inútiles impuestas sutilmente, a las que se ha acostumbrado y necesita, a la vez que se acaba perdiendo. Ya no sabe lo que es verdad y lo que no, depende siempre de información externa que se encargan de suministrarle puntualmente para saciarlo y dirigirlo donde interese… Su facultad de pensar, discriminar, discernir, se ha mermado tanto, cuando no atrofiado, que es incapaz de actuar por sí mismo, su criterio ya no es el suyo, sino el que le han implantado poco a poco, noticia a noticia, hecho a hecho.
Así, la persona ha perdido su centro, ya no sabe lo que siente, ni lo que quiere, ni lo que cree… Va en pos de espejismos que le venden prometiéndole una falsa felicidad, comodidad y seguridad…
¡Qué pena que un ser tan increíblemente maravilloso, con unas posibilidades que escapan a las mentes más imaginativas y capaces, se vea reducido a ser poco más que un borrego de un inmenso rebaño, tan bien programado que ni él mismo cree la verdad cuando la encuentra en su camino…!
Nos van a ofrecer todas las maravillas del mundo, como le pasó a Jesús cuando el diablo lo tentó en el desierto, y de cada cual dependerá responder sí o no.
Nos crean el problema y también la solución, y entre medias todos los tejemanejes que forman parte de la comedia. Conseguirán que mucha gente, poco acostumbrados a pensar por sí mismos, crea fácilmente que están haciendo algo, que lo están haciendo bien, que son buenos ciudadanos… Y el circo continúa con la función, luego vendrá el pan tosco y desabrido que no nutre sino hincha y, como todo lo demás que nos dan crea una falsa sensación de plenitud que al instante nos deja vacíos.
Es importante centrarse, recuperar cada cual nuestro centro, dejar de estar siempre fuera de nosotros pendientes de todas las pendejadas que nos ofrecen “amable y humanitariamente”, y habitar por fin nuestro cuerpo, recuperar poco a poco nuestra facultad de discernir y pensar, reflexionar un poco acerca de todo lo que vivimos, que casi no nos da tiempo, y de esa manera, habitando de nuevo nuestro templo, descubriremos todos los tesoros que había en él y no conocíamos, nos daremos cuenta que tenemos suficientes recursos para “saber” acerca de lo que sea y tomar la decisión que corresponda -no al poder sino a nosotros mismos- sin necesidad de tener que consultarlo todo en los libros o en Google…
Descubriremos el enorme potencial que tenemos como seres de universo que somos, y a eso es a lo que el poder teme, a que despertemos a nuestra auténtica naturaleza y no puedan controlarnos y dominarnos, pues saben que todo lo que necesitamos está ya en nosotros, y por eso hacen todo lo posible para que estemos fuera de nosotros, para que abandonemos nuestro centro, pues así somos vulnerables.
Cuando estoy centrado soy poderoso, soy el emperador de mi imperio, y mi principal función es que mi pueblo viva en armonía y plenitud, y desde ahí tendré una relación armoniosa con los otros pueblos. No oprimiré a nadie, pero tampoco permitiré que me destierren de mi hogar, ese lugar inmaterial en lo más profundo de mí donde sé quien soy y conozco a qué vine aquí, y esa función, guste o no, es la que voy a realizar…
Dejemos de estar siempre fuera de nosotros, comencemos a habitarnos, dispongamos de momentos para el necesario silencio y quietud… ellos son las llaves que nos abrirán las puertas del palacio, y podremos ocupar el lugar que nos estaba destinado, no la chabola maquillada que nos intentaban vender.
Hoy, en estos tiempos convulsos donde nada es lo que parece, es más necesario que nunca centrarse y dar cauce ya a lo que Somos.
La situación no la solucionará nadie ahí afuera, sino cada uno de nosotros siendo auténticos.
Merece la pena probar…
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